Porque estos alimentos contienen en estado natural probióticos o bacterias beneficiosas para nuestro organismo.
En todo el cuerpo, pero sobre todo en intestino, conviven bacterias y otros microorganismos en lo que conocemos como microbiota. Cuando se produce un desbalance (o disbiosis), comúnmente causado por malos hábitos alimenticios, algunas bacterias negativas u hongos comienzan a proliferar y colonizar el ambiente, pudiendo generar un sinnúmero de complicaciones de salud, como hinchazón, periodos alternados de diarrea y estreñimiento, dolores de cabeza, náuseas, caída del cabello, uñas quebradizas, desórdenes metabólicos e incluso depresión. Esto porque ya se sabe que existe una conexión muy estrecha entre lo que ocurre en nuestro intestino y cómo repercute en la mente (y viceversa), a través de complejas redes neuronales.
Para evitar este desequilibrio, que es caldo de cultivo para futuras enfermedades, es necesario limitar el consumo de carbohidratos refinados, como el arroz blanco, fideos blancos, azúcar blanca, pan blanco, galletas, productos ultraprocesados y bebidas azucaradas, porque son el alimento predilecto de las bacterias dañinas y hongos, como el caso de la cándida.
Es mejor elegir todo en su versión integral, donde también podremos obtener fibra, que es muy relevante para nuestra salud intestinal. También es importante evitar el consumo de edulcorantes artificiales, como la sucralosa, el aspartamo u otros, porque se ha demostrado que afecta de forma directa nuestra microbiota.
Para restaurar un adecuado balance intestinal, podemos consumir chucrut, que está elaborado a partir de repollo en estado de fermentación en una solución salina. Este se puede agregar fácilmente en almuerzos y ensaladas. Es muy importante fijarse que el producto no haya sido pasteurizado, porque en ese caso no podremos obtener los probióticos que necesitamos. Otras opciones también pueden ser la kombucha, el vinagre de sidra de manzana, tempeh y el kéfir de agua.